lunes, 17 de septiembre de 2012

VIDA ENTRE LOS MUTANTES: LA PATRULLA-X BAJO EL MANDATO DE CHRIS CLAREMONT Y JOHN BYRNE (2 de 2)

Ensayo de Carol B. Kalish y Richard E. Howell para The Comics Journal nº 49, 1979. Traducido por Frog2000. Parte 2 de 2. Parte 1.

PROFESOR XAVIER

De los antiguos X-Men, sólo uno, el Profesor X, se encontraba prácticamente definido por completo. A pesar de todas las objeciones argumentadas por todos los que les gustaba el personaje anteriormente, la editorial amparó una medida tomada a discreción por parte del autor sobre la actual posición del Profesor (habitual figura paterna y líder del equipo), mientras el grupo hacía tiempo que estaba siendo co-liderado por Cíclope, aunque por lo poco que hemos podido ver del desarrollo actual de la personalidad del Profesor desde el origen de estos Nuevos X-Men, realmente no procede una revisión sobre el personaje más profunda.

CICLOPE (alias de Scott Summers)

La caracterización de Cíclope por parte de Claremont ha ido dando algunos bandazos bastante problemáticos. Sin embargo, para poder apreciar con propiedad los cambios que se han forjado en un personaje tan longevo como Scott Summers, deberíamos presentar una visión de conjunto que resulte comprensible.

Cíclope siempre ha sido la base, el núcleo, el inquilino principal en el papel de “héroe” tradicional de los X-Men. Es el único de los antiguos Hombres-X cualificado para liderar el grupo cuando desapareció, se retiró o murió el Profesor X, y el único del viejo grupo que ha mantenido su personalidad intacta después de la llegada de la nueva Patrulla-X. Todo esto indica que el personaje dispone de un atractivo personal que no está basado en sus poderes y que merece examinarse más a fondo.

El personaje de Scott básicamente es uno de los mutantes rebeldes arquetípicos (el producto más pasivo consecuencia de los prejuicios humanos, mientras que Magneto, Mercurio, etc, son productos mucho más agresivos). Su conexión con el género humano es bastante tenue. Que haya tenido familia puede (o no) que nos recuerde dicha conexión, pero de todos modos no tiene ningún tipo de orientación familiar. La separación (nunca resuelta a las claras) de su hermano Alex no ha fomentado ningún lazo filial, y aunque lo hubiese hecho, las conexiones con su hermano no podrían ser las mismas que con el resto de la raza humana. Comparado con cualquier otra figura del Universo Marvel, Scott es algo más que un huérfano. Su figura paterna sustitutiva, el Profesor X, ha funcionado considerablemente de forma más parecida a un profesor que como padre. De hecho, como figura paterna el Profe es bastante desastroso (tal y como también lo fue Jack O´Diamonds en los números 39-42, pero por razones diferentes). El Profesor acogió a Scott, le dio un objetivo (siendo el único que tendrá a partir de ese momento), y también estuvo entrenándolo. En la carrera y vida de Scott es una influencia positiva, pero desafortunadamente, Cíclope también necesita un padre, un hogar, algo más de atención además de obedecer a una autoridad, y todo eso el Profesor no puede dárselo, bien porque no se da cuenta, o bien porque rehúsa a cumplir esa necesidad. Lo que hace en su lugar es evaluar a Scott como herramienta y como exponente de sus planes de integrar a los mutantes en Sociedad, aunque falle miserablemente al intentar reforzar los valores personales del chico. Es algo que se hace más evidente durante la “persecución” de Jean que lleva Scott a cabo, aunque cuando surge cualquier posible coyuntura juntos, Cíclope termine desestimando cada una de sus demandas de forma desesperanzada. También sigue ocurriendo en la actualidad: el único refuerzo positivo que ejerce Jean es mantener al personaje funcional a un nivel personal.
Conservar a Scott como líder cuando la antigua Patrulla ha seguido caminos diferentes es un ejemplo perfecto de la dualidad existente en el trabajo de caracterización que se ha llevado a cabo con el personaje. Por una parte es un gran estratega y un buen líder de los X-Men. En muchos sentidos es el personaje con la personalidad más fuerte de todos los componentes del antiguo equipo, de ahí su elección como líder (y puede que siga siendo la mejor elección para liderar a la nueva Patrulla-X). Por otra parte, y también en muchos sentidos, es el miembro del grupo más débil y el único que se quedó en la Mansión cuando todos los demás veteranos del equipo la abandonaron. Los antiguos Hombres X estaban listos en el número 94 para convertirse en miembros útiles de la Sociedad Humana, porque además de haber conseguido plena capacidad en el uso de sus habilidades mutantes también habían podido ajustarse por completo a sus respectivos papeles en la vida, pero Scott era (y sigue siendo) un inadaptado. Fue separado del contacto humano casi desde su nacimiento (primero al perder a su familia, y después por culpa de su peculiar poder). Algunos de los paranoicos de Marvel más notorios (el primero que se me ocurre es Spider-man) suelen imaginar que “ellos están ahí fuera y vienen a por mí”, una actitud que termina alimentando el desastre. Scott sabe que [lo de que vengan a por él] es cierto, y por buenos motivos: A) Siempre es temporada de caza de mutantes, la actual minoría en peligro de extinción, y B) vive bajo la amenaza constante de su mirada incontrolable. Es un desastre continuo. La Naturaleza y la Sociedad conspiran en contra suyo y combinan sus fuerzas para separarlo tanto del contacto humano como de una concepción normal de la realidad. Las circunstancias han reducido tanto la percepción de la realidad de Scott hasta el punto de que ahora su mundo únicamente consiste en dos cosas: el ideal de los Hombres-X y Jean Grey. Actualmente, el único propósito que tiene en su vida es liderar a la Patrulla-X, entrenarla, encontrar reemplazos a los miembros fallecidos, etc. No tiene vida social ni experiencias ajenas a dicho cometido. Es un superhéroe a tiempo completo que odia cada minuto que pasa como superhéroe, pero está tan sometido a sus principios y a su propia ética que accede de buena gana a sacrificarse por un bien mayor contra los malvados mutantes que amenazan la seguridad de la Humanidad. Alguna vez, Claremont ha comentado (en persona) que esta pobre, torturada y fascinante individualidad es tan estúpida como aburrida (sin ser capaz de reconocer el definitivamente maravilloso potencial de Scott como personaje.) Claremont ha reconocido los puntos fuertes y débiles que Scott ofrece al resto del equipo. (Ciertamente es innegable la existencia de ese “espíritu de equipo” que, sea como sea, se puede ver entre los componentes de la Patrulla X y que surge como consecuencia del duro trabajo que ha llevado Scott a cabo.) A pesar de la asunción de un manto tan poderoso por parte de Jean (es quien realiza todas las labores más importantes en los números 105 al 114), Scott sigue siendo el líder, el estratega carismático que ha sabido sacar adelante y mantener juntos a dos poderosos equipos de combate en su corta vida como superhéroe en activo. Si Claremont no está cómodo con que un hombre como Scott lidere a esta pandilla (y que encima se haya enamorado de la nueva creación del guionista, Fénix), no puede ser por culpa de que Cíclope sea un imbécil o alguien aburrido, porque no lo es. De hecho, es la antítesis de ambas cosas, ¡y su personalidad tan sólo ha empezado a ser explorada!
El contundente, concienzudo y gigantesco sentido de angustia (bastante justificada) que siente Scott es lo que le hizo ser tan popular en los tiempos del viejo grupo y que “a priori” hace que demande su puesto como líder y protagonista del nuevo equipo. Es alguien intenso y con una gran predisposición. Cíclope es el tipo de personaje de probado atractivo (un héroe aislado a lo Byron.) Su distanciamiento (causado por sus inseguridades personales que le impiden tratar con otras personas) le convierten en alguien misterioso tanto para las lectoras como para los personajes femeninos, y asumimos que un respetable porcentaje de los chavales y hombres que leen cómics son, o bien tipos reservados intelectualmente, o bien se sienten ampliamente atraídos por Scott. Se ha convertido en lo que se intuía con anterioridad, un factor identificativo para la audiencia primaria y una persona atractiva para la mayor parte de los lectores de la serie.

Eso no significa que sea un caricatura fotocopiada, porque desde el primer número de X-Men ha mostrado varias aristas a lo largo de todos estos años, y ha quedado asentado como una de las rarezas del Universo Marvel. De todos los héroes Marvel que aparecen como líderes, es el único que posee una fuerte imagen de héroe masculino, está bien considerado por los que le rodean, y no acarrea el flagrante machismo-chauvinismo tan común en la mayor parte del resto de héroes. Es sensible y considerado con sus compañeros (por ejemplo, en los números 26 y 34 pide perdón al resto por su tenso comportamiento), y más especialmente con Jean (durante años ha intentado defenderla de preocupaciones sin motivo o del peligro, manteniéndola a una “distancia prudencial” sin desvelar su amor por ella, intentando alejarla de la amenaza que suponen sus ojos.) El amor de Scott por Jean se basa en su considerable respeto por ella como persona, alguien completo que conoce desde hace años. Reconoce sus derechos y necesidades para disfrutar de su propia vida (cuando ella se marcha de la Patrulla-X en varias ocasiones, él acepta la decisión todas las veces, incluso aunque le duela) y nunca intenta excluirla de los X-Men (cuando la elección de Jean es continuar en el equipo), a pesar del peligro que supone para todos.
Todo esto nos garantiza que Cíclope siempre ha sido un personaje peligroso para el “status quo” de “héroe con problemas” de Marvel, porque lo ha diferenciado de forma significativa a lo largo de toda su vida como superhéroe. Es un hombre que tiene que hacer frente a sus obsesiones. Lo único que posee son las dos cosas más importantes de su vida (la Patrulla X y Jean Grey), donde consume toda su lealtad. En los antiguos X-Men se podía tener la clara sensación de que las pasiones con las que coexistía Scott eran tan cercanas a su propia vida que se habían convertido en el todo, por lo que regalaba toda su lealtad tanto a Jean como a los X-Men. Es la roca en la que se fundamenta la continuidad del grupo, y su constancia está fundada en Jean Grey.

Desafortunadamente, la mayor parte de los aspectos más atractivos de la personalidad de Scott han sido ignorados por motivos indeterminados, mientras que otros con el que intentan identificarlo (como su romance como piedra angular de la serie) nos cogen (peligrosamente) por sorpresa. Si seguimos con esta revelación hasta su lógica conclusión, el romance de cerca de seis años (*) (la declaración de Scott a Jean es lo más importante que ha hecho en su vida, número 102) ha erigido barreras artificiales entre ambos (números 109, 110), para finalmente afrontar la separación definitiva al explotar un volcán entre ambos, cada uno creyendo que el otro ha fallecido. Un dispositivo digno de la Comedia de Restauración y de las películas de Doris Day. En un principio parecía que la situación sería algo que haría que los personajes fuesen más complejos, así como sus relaciones, pero el resultado ha sido más parecido a asesinar a los personajes. En lugar de las previstas reacciones consistentes que se esperaba de cada uno, el lector es toscamente informado de que el Scott Summers que tan familiar parecía en los números anteriores sólo es una ilusión. En el X-Men nº 114 Claremont crea un cisma innegable entre el anterior Scott y su nueva versión. ¿Se puede esperar que el lector se crea que el insensible canalla que aparece en el número 114 es el mismo hombre intenso, sensible y considerado que lleva enamorado de Jean desde hace cerca de diez años, y que se quedó inundado de lágrimas de agradecimiento ante la milagrosa supervivencia de la misma en el 101, y que gritó apasionadamente su nombre antes su muerte inminente, más preocupado por la vida de ella que por las vidas del resto, incluyendo la suya propia? La reacción de Scott es como si estuviese sufriendo un gran vacío. Se siente mal por haber perdido a la Bestia, se siente avergonzado porque el Profesor esté decepcionado, y es consciente de que no siente nada por la muerte de Jean. Claremont deja sin sentimientos a Cíclope, construye parloteos poco fiables y fábulas ridículas sobre la relación y los cambios que pueden producirse en la misma después del vuelo del módulo espacial, además de instituir la presunta transformación de Jean (contribuyendo con una barbaridad mística) como excusa para legitimar la exploración de las junturas de un personaje que demandaba un tratamiento más maduro. Incluso para aquellos que sólo han leído la nueva serie (en concreto los números 98-102), este amalgama no tiene ningún sentido.
Para los lectores de largo recorrido es un travestismo que tan sólo se puede explicar como reclamo que toma como excusa el serio choque emocional sufrido por Cíclope (y quizás también por el guionista). Este desvío de la continuidad se ha ido estabilizando en cada nuevo número, y cada vez parece menos probable que se repare el daño en la caracterización del personaje.

(*) El romance ha durado al menos seis años en tiempo Marvel. La relación se estableció definitivamente en el número 32 de X-Men, que tenía lugar antes del Fantastic Four Annual 6 (el nacimiento de Franklin.) Como Franklin ya está casi listo para acudir al colegio (Fantastic Four 169), el romance debe haber durado unos seis años. Además, tampoco deberíamos olvidar que obviando la temporalidad Marvel, los catorce años de esfuerzo creativo, atenciones por parte del lector, la empatía que provocan los personajes y las aportaciones que se han hecho a lo largo del affair entre Jean y Scott han sido muy numerosas, por lo que su existencia no debería olvidarse de una forma tan poco caballerosa.
JEAN GREY (alias de Marvel Girl, Fénix, el cariñito de Scott)

Como parte de los personajes que pertenecen a la vieja guardia, Jean también necesita que integren todos los rasgos de personalidad generados durante su militancia en los antiguos X-Men con las nuevas direcciones de carácter instituidas por Claremont. Esta integración tiene que ser realizada cuidadosamente con el fin de evitar todas las incongruencias que se pueden plantear como resultado de la redefinición de su personalidad.

Antiguamente, la personalidad de Jean era bastante fácil de definir al estar conformada casi por completo por una colección de “afectaciones femeninas” aportadas por Lee/ Thomas (incluyendo la relación con su novio.) Aún así, el lector era capaz de conceptualizar fácilmente al personaje tanto por su cercanía con el modelo Marvel original (el papel que desarrollaban el resto de féminas como Sue Storm, Crystal, la Wanda pre-Englehart, etc), y las pistas sobre el personaje que se podían encontrar en sus diálogos, pensamientos y acciones, o por la ausencia de las mismas.

Jean era una mujer inteligente, apasionada, que se desenvolvía perfectamente gracias a la forma en que había sido educada. Recordemos que Jean había crecido durante los cincuenta (se puede pensar que cuando conoció a la banda de alegres mutantes del Profesor X acababa de cumplir 16 o 17 años), y su educación de clase media la forzaba a aceptar el típico síndrome de “chica de la puerta de al lado”: dulce, modesta, definitivamente nada amenazadora, ejerciendo perfectamente su papel de sostén, algo tontita (el tipo de mujer diseñada por Dios y por la Sociedad para ser una Buena Esposa y Madre para cualquier típico “Chico Completamente Americano de la Puerta de al Lado”). Pobre Jean. No se daba cuenta de que el ambiente que se respiraba en la Patrulla-X podía o no permitir la militancia de cualquier mujer en el grupo, y que si quería podía escoger (o no) cualquier “rol” como parte del mismo. Eso sí, limitado. Al principio intentó permanecer fiel a su papel aceptado en un principio: solía parlotear sobre moda (número 1 de la colección), cocinaba cuando el ama de llaves tenía el día libre (número 6), y probablemente leía novelas románticas a escondidas. Desafortunadamente para el papel de Jean como personaje convencional (y afortunadamente para su desarrollo como uno de los personajes más excitantes de los cómics), se enamoraba de Scotty Summers. Los problemas emocionales de Scott le impedían interpretar el típico papel de “Chico Completamente Americano” que complementase el papel de “Chica de la Puerta de al Lado” de Jean, a quien le sucedía algo parecido. Su amor por Scott conseguía desembarazar al personaje del insípido papel que interpretaba (y por lo tanto de la represión de su personalidad más dinámica). La hondura de la pasión que siente Jean por Scott tiene mucho que ver con su elección de abandonar su anterior papel, en lugar de elegir abandonar a su amado. Por supuesto, como los guionistas de la época no eran capaces de manejar transiciones de personalidad de forma más radical e imaginativa, Jean no abandonaba inmediatamente su imagen de “cosita dulce”, sino que su caracterización como la Patsy Walker de los superhéroes iba creciendo de forma más insólita con el paso de los años. Nadie podría creerse que una mujer que salvaba al mundo de forma rutinaria pusiera constantemente su propia vida en peligro por motivos personales, mientras que a continuación traicionaba sus ideales trabajando como modelo. Su constante emotividad durante el combate (¿por qué parece que Jean siempre está a punto de desmayarse durante las peleas más críticas por culpa de los esfuerzos que realiza?) y su total ausencia de autoestima, además de una constante sumisión a la autoridad masculina (al Profesor X y Scotty), parecían contradecir su enorme poderío como superheroína. En la época en la que los X-Men se habían empezado a replegar, las pretensiones de Jean se parecían bastante a las que se podían observar en el primer número de la serie. No obstante, sus experiencias como Mujer-X chocaban frontalmente con la percepción que los autores intentaban ofrecer al público como personaje femenino más admisible, combinación fatal capaz de socavar la credibilidad del empalagoso personaje que estaba interpretando. 
La lectura superficial de los nuevos X-Men puede conducir al lector a creer que Claremont ha tenido bastante éxito desarrollando los conceptos de su nuevo personaje, Fénix, desde las cenizas de la personalidad de la Jean establecida previamente sin violar severamente los componentes más fundamentales del personaje. Después de todo, ¿cuánta diferencia existe entre la endeble persona que solía susurrar tristes añoranzas por Scott, arrojaba teteras contra Magneto y posaba al estilo Betty Grable, como pastelito para quinceañeros repletos de lujuria y mocosos masculinos, y la nueva e inestable persona enloquecida por el poder que piensa de una forma lujuriosamente agresiva sobre Scott (aunque el Comics Code aplique su censura), salva fríamente el universo los miércoles impares, y corretea en agresivas poses de muñequita que la hacen parecer estar completamente segura de sí misma?

El embrión de la poderosa y confiada Fénix se puede percibir de forma bastante vaga en la desafortunada Chica Maravillosa. (¿Consigue todo esto que Marvel Girl se convierta en un Feto [en el original Phoetus, en contraposición a Phoenix]?) Jean siempre ha tenido un control excelente de sus poderes, aunque fuesen bastante limitados, y sus capacidades se han ido desarrollando y madurando con el tiempo. Incluso en el primer número, Jean ejercía un control total sobre las tazas de té y se las arreglaba para lanzárselas a Hank. En los últimos números de los viejos X-Men Jean había desarrollado, parcialmente por lo menos, cierto control sobre sus poderes psíquicos excepto en el caso de la teleportación. En el número 66 usaba telequinesis, telepatía, levitación, sondeo mental, enlaces mentales e hipnosis masiva. De hecho, puede que en realidad el argumento tratase sobre las super-habilidades de Fénix, que finalmente se habían consumado, madurando total y plenamente como Marvel Girl, finalmente Señora Absoluta de todos sus poderes psíquicos. Todas las habilidades de Fénix pueden ser explicadas a través de las habilidades psíquicas: vuelo, levitación, estallidos de energía, fuerza telequinética, recarga de una puerta estelar, teleportación y poderes mentales. 
Desafortunadamente, una lectura más detenida desvela que mientras que Claremont ha logrado un desarrollo consistente en el plano de las super-habilidades del personaje, ha fallado en cuanto el desarrollo de su personalidad. La antigua personalidad de Jean Grey, desarrollada a lo largo de los años en la vieja colección de los X-Men, de alguna forma se ha perdido al cambiar a Marvel Girl por Fénix.

Claremont decidió conservar a Jean después de enfrentarse a la tarea de intentar reorientar su identidad. El autor la percibía como un personaje insufrible e imperfecto, increíblemente aburrido, aunque su primer intento de asesinarla terminó fracasando. En lugar de intentar profundizar en la personalidad establecida previamente, la idea de Claremont para el nuevo personaje fue proporcionarle un nuevo guardarropa elegante, inculcarle unos diálogos agresivos y espolvorear el resultado con azúcar feminista. Ahora todo en ella es destello, sin ninguna sustancia, logrando una nueva Jean incompatible con la conceptualización previa del personaje.

Cuando Claremont intenta retratar a sus personajes femeninos suele tropezar y caerse dentro de una zanja. La nueva “mujer arquetípica de Claremont” personificada por Fénix es una súper-mujer (posea o no súper-poderes), agresiva y deliberadamente independiente hasta el punto de convertirse en una persona insensible. Es una súper-heroína a la que A) le gusta pelear contra criminales, algo que la pone a tono, y B) o bien inventa nuevas formas de hacer las cosas o bien sus motivaciones para llevar a cabo su propio estilo de vida se encuentran superficialmente diseñadas. Hasta ahora, el intento de Claremont de crear un “fuerte” y auténtico modelo femenino ha logrado suministrar ciertos rasgos atractivos y realistas, como la interdependencia romántica y el verdadero compromiso con las relaciones humanas, aunque el producto no sea compatible del todo con la opción feminista más extrema. Al ser sencillamente un ejemplo de identificación femenina equivalente a las características más generales que se podrían asociar con un papel masculino agresivo, el nuevo arquetipo femenino de Claremont no sólo resulta poco atractivo, sino que tampoco logra sustituir a un personaje que estaba bien desarrollado previamente. Si Claremont pudiese mirar más allá de los arquetipos y las caricaturas fotocopiadas, descubriría que Jean tiene una personalidad demasiado compleja como para que su personificación de Fénix encaje en el molde de “Mujer de Claremont”. 
Y no es que nuestra crítica pretenda afirmar que Jean Grey no podría haber evolucionado hasta convertirse en una mujer tan agresiva como las que se pueden observar en los arquetipos escritos por Claremont. Nuestra verdadera objeción es en cuanto a la existencia de importantes grietas en la saga del personaje de Fénix que le impiden al lector convencerse de que la superheroína es la misma Jean Grey que anteriormente atendía a la identidad de Marvel Girl. Porque no lo es. La motivación de Fénix es hueca, a pesar de su descarada independencia y “dura apariencia” a toda costa, mientras que por lo menos Jean Grey se veía motivada por el amor que sentía por Cíclope, y era tierna y moderadamente empática. Claremont únicamente conserva uno de los rasgos más importantes de la antigua Jean (su amor por Scott), y lo incorpora a su creación del Fénix intentando que el lector la acepte como si fuese el personaje anterior, incluso aunque su desarrollo contradiga todo lo que sabemos del prototipo original. La interdependencia emocional de Marvel Girl y Cíclope era uno de los elementos más importantes para lograr el éxito de aquella relación (tanto para los personajes como para los lectores.) Mientras que su estabilidad personal facilitaba los demonios internos de Scott, su fuerte sentido de la responsabilidad complementaba y canalizaba la ausencia de una dirección. La verdad es que ahora ninguno de los dos demanda demasiado de la relación y cada uno es un reflejo de las necesidades y respeto mutuos sobre los que se fundamenta su unión. El apoyo y la estabilidad de Jean van más allá de sus rasgos principales de personalidad, y Claremont se esfuerza por contra-pesarlos con rasgos positivos más agresivos, intentando convertir a Jean en algo más que un mero reflejo pasivo de los hombres que la rodean, pero va más allá y se quita de encima todas los rasgos de su personalidad más calmados, aquellos que funcionaban como soporte. Tampoco beneficia demasiado el feminismo que presuntamente el autor suele incorporar en sus personajes femeninos, porque ahora el personaje resulta demasiado egocéntrico como para ser capaz de mantener una relación amorosa, mientras que tampoco se tiene en cuenta el añejo pero poderoso atractivo del personaje, ya que el propio guionista distorsiona deliberadamente una personalidad establecida para acomodar en ella sus caprichos sexuales, y lo convierte en un personaje pésimamente escrito, por lo que la editorial debería tomar partido de una vez.
La otra objeción (menos centrada en su persona) que queremos realizar sobre el personaje de Fénix es que su presencia supone una ruptura con la estructura del equipo. Después de ser depositada en los X-Men, y por culpa de la cuestionable afirmación de que ella es la Jean Grey anterior, se las arregla para monopolizar casi todos los números en los que hace aparición (a menos que el guionista la elimine al principio de los mismos.) En los números 105, 108, y 111 adquiere todo el protagonismo y se hace con las riendas de la historia desplazando casi totalmente al resto de los X-Men. En los números 107, 109, 110 y 112 el autor requiere de una considerable manipulación para evitar que vuelva a suceder de nuevo (sea por un “misterioso malestar” o mediante el truco de llevarse al Fénix a algún otro lugar diferente a donde se está desarrollando la acción en ese momento.) Esta mujer es tan poderosa que, en términos de poder, ella sola es mucho más que un rival para el resto de los Hombres-X combinados. Bajo ninguna circunstancia debería tener tanto espacio en una serie protagonizada por todo un equipo. Además, la presencia de Fénix supone un golpe demoledor para el desarrollo de la caracterización del resto de personajes de la Patrulla-X y del propio grupo como tal.

Siguiendo la tradición establecida por anteriores esfuerzos de caracterización de los X-Men, la delineación de Claremont de la personalidad de Jean tiende a enfatizar sus rasgos particulares, especialmente la agresividad y la independencia, mientras se apresura a ignorar la necesidad de desarrollar una personalidad redonda donde integrar todos esos rasgos. A menudo, cuando Claremont se concentra en la tarea de caracterizar a Jean, emplea la técnica de “poner al personaje bajo los focos”, una técnica que, hemos de recordar, tiene la desventaja de desarrollar e integrar facetas de la personalidad de todos los personajes. El resultado es que Jean se ha convertido en una personalidad fragmentada, reconocible mucho más por sus rasgos superficiales que por cualquier percepción de coherencia que pudiese tener el lector. Claremont haría bien en utilizar la técnica de la caracterización naturalista, mucho más sutil, para intentar cimentar las peculiaridades que se pueden percibir más fácilmente. Claremont necesita comunicarse con el lector, o en su defecto tiene que ser el personaje quien ha de comunicarse con el lector a través de los bocadillos de pensamiento o del diálogo, para intentar hacer surgir los rasgos de personalidad de Fénix a partir del personaje previamente establecido (los rasgos de aquella Jean Grey pre-Fénix), así como para intentar alterar su personalidad después de la experiencia del “renacimiento.”
Si se observara más detenidamente la personalidad de Jean, quizá podríamos darnos cuenta de las incompatibilidades existentes entre sus rasgos como Fénix y su verdadera identidad a la hora de reconciliar ambos, pero la interrupción de la Jean Grey de los números anteriores al 105 y la fragmentada identidad causada por la traumática muerte y subsecuente resurrección de Jean en el 101 es demasiado repentina. Como ejemplo, se podría hacer partícipe al lector de que Fénix actúa de forma diferente a Marvel Girl porque realmente es una mujer completamente nueva, renacida a partir de las cenizas de la anterior. Pero quizá pensando que dicha explicación cuasi-mística no tiene demasiado sentido, Claremont descuida la idea de que tiene que convencer al lector de la validez de la muerte de Jean. Su momentánea desaparición en las aguas, seguida por el choque del Star Core, sigue siendo poco convincentes para explicar la ausencia permanente de Marvel Girl.

Además, las reacciones del resto de los X-Men, desde la negativa de Scott a creer que realmente está muerta hasta las del resto del equipo frente a su milagrosa recuperación, añaden mayor confusión al lector sobre si verdaderamente Jean ha muerto o la parca la ha pasado rozando. Si Claremont va a continuar utilizando la “muerte” de Jean como explicación de sus aparentes discrepancias como personaje, debería considerar aclarar la confusión que rodea su transformación de Marvel Girl en Fénix.

En la medida en que Claremont parece preferir utilizar el método de caracterización circunstancial, repartir de forma ecuánime las necesarias porciones de espacio que demanda este método es absolutamente necesario. Aún así, puede que este no sea el caso, porque la mayor parte de las escenas tanto de Ororo como de Fénix consiguen que el resto de personajes sean continuamente ignorados. Al no depender del método circunstancial, Lobezno ha conseguido escapar por completo de esta trampa, pero Kurt, Peter y Sean se encuentran fragmentados y su personalidad no parece demasiado clara, mientras que Scott es una perversión incomprensible de la personalidad previamente establecida. Esta es la consecuencia de los métodos utilizados por Claremont, y sus intereses suelen conspirar para socavar considerablemente la efectividad de los personajes. Es el propio guionista quien permite que su entusiasmo por los personajes femeninos aplaste sus responsabilidades con el resto de personajes. También Ororo y Jean se encuentran fragmentadas, pero el resto de X-Men están vagamente esquematizados y muy lejos del nivel de desarrollo de los personajes femeninos. En cierto modo, está claro por qué Ororo y Jean parecen no disponer de profundas ataduras emocionales (aunque aún se mantiene la pasión de Fénix por Scott, que resulta inconsistente con el resto de la personalidad del nuevo personaje). Tampoco ninguno de los otros personajes están suficientemente bien definidos como para compararse con ellas. ¿Y cómo afecta todo esto a la relación entre Scott y Jean?
Con Jean transformada en la auto-suficiente Fénix y el personaje de Scott siendo minado y distorsionado por las tácticas sesgadas de caracterización de Claremont, la famosa relación entre ambos parece completamente condenada. Después de todo, es imposible construir una relación creíble entre dos personajes si sólo la mitad femenina de la pareja recibe una caracterización extensa y positiva. Hasta ahora, el personaje de Scott ha disfrutado de un desarrollo menor. Desafortunadamente, Claremont ha tendido a enfatizar los aspectos negativos del personaje previamente establecidos y a volcar en una nueva personalidad algunos nuevos rasgos para poder cubrir el cupo. Desde que la transformación de Jean en Fénix se ha convertido en el motor más significativo del argumento (número 105), las habilidades de liderazgo de Scott han mermado (cometió algunos errores durante los combates con Magneto y Warhawk. También hay que tener en cuenta el conjunto de declaraciones confusas y sin sentido pronunciadas en la trilogía conocida como “Armageddon Now”). Además, su personalidad ha sido masacrada: en el número 109 parecía un misántropo auto-indulgente y en el número 114 una persona repugnante, insensible y egocéntrica. Por otro lado, el autor ha tratado el romance a base de tensiones poco naturales, a través de una pobre caracterización de los dos principales personajes o mediante argumentaciones más pobres aún, por lo que sería bastante normal esperar que el vínculo entre ambos personajes terminara rompiéndose. Sin embargo, Claremont debería ser consciente de que el romance ha de estar hecho a medida de las posibilidades que permiten las características desarrolladas con los personajes, posibilidades que no pueden existir si se destroza la relación. Tanto Scott como Jean han sido definidos en relación al romance que están viviendo, durante tanto tiempo que hay porciones significativas sobre sus identidades que sólo se pueden revelar a través de esa relación. El resultado debería recompensar al lector con una mayor complejidad y un entendimiento más completo de cada personaje. Los puntos fuertes de Scott como humano sólo son discernibles a través de su solidaridad, lealtad y capacidad de profundo compromiso, pero durante su transformación únicamente ha sacado a relucir el lazo que compartían los dos personajes previamente. En lugar de utilizar consistentemente el romance como peculiar dispositivo de iluminación del personaje, el desarrollo único de su relación (el repentino e inexplicable descubrimiento de la devoción de Jean por él cuanto tenía seis años fue algo más parecido al amor filial, y además Jean aceptaba la muerte de Scott demasiado fríamente), deja al lector con la sensación de que los personajes actúan de modo arbitrario, meramente para acomodarse a las estructuras (y constricciones) del guión de un guionista caprichoso. Es una lástima, porque Scott Summers y Jean Grey son personajes fascinantes y sus tensiones internas logran que sus personalidades sean muy interesantes.

Claremont ha logrado socavar significativamente la integridad del enfoque de la Patrulla-X y su caracterización. Al permitirse algunos prejuicios hacia ciertos personajes, generalmente masculinos, y como los arquetipos específicamente femeninos de sus propias creaciones aplastan su sentido de la proporción autoral, Claremont ha dejado que varios de sus personajes permanezcan en las sombras de su potencial por la falta de atención y desarrollo, y ha dedicado una excesiva cantidad de espacio y cuidado a sus obviamente favoritos. Además, Claremont nunca se ha contenido antes de tomar el camino más fácil en lo que se refiere a la caracterización, en lugar de dedicarle más tiempo y preocuparse primero por entender a los personajes, para luego poder comunicar claramente lo aprendido al lector, pero con mayor sutileza. Claremont encaja a los personajes en sus posiciones definiéndolos únicamente a través de rasgos superficiales, haciendo que parezcan disponer de personalidades bien redondeadas y motivadas que poseen profundas complejidades y emociones. Más tarde, el lector tendrá que afrontar el habitual método de “caracterización dulzona” de Claremont, mediante el cuál, más allá de ser testigos de antemano de su personalidad o de algún tipo de intercambio, se nos informa lo que ha ocurrido hasta el momento o lo que está a punto de suceder. Esta técnica únicamente produce cierto rendimiento para las caracterizaciones más ilusorias, y si no son presentadas ni apoyadas por intercambios posteriores, el avance de presuntas insinuaciones terminan revelándose como poco convincentes.
Desgraciadamente, la pésima ejecución de las caracterizaciones de los X-Men que hace Claremont ha sido enmascarada parcialmente tanto por los maravillosos personajes como por los enriquecimientos visuales de Cockrum y Byrne, además de por el propio oído de Claremont para los diálogos elocuentes, incluso aunque creamos que los diálogos raramente contribuyan a desarrollar de forma significativa las personalidades.

La serie ha caído en manos de un guionista comprometido con la caracterización, pero los Hombres X chisporrotean de forma poco pulida e irregular y son manejados únicamente por los caprichos de la orientación política y sexual del escritor, lo cuál dice mucho de la deformación del concepto original de la serie. A pesar de sus personajes ricos y variados. Porque es el atractivo de los personajes el que reclama la atención del lector y lo hace disfrutar tanto. Los potenciales puntos fuertes de los personajes han sido, o bien ignorados (Kurt y Peter), o confundidos (Sean), o fragmentados (Ororo), o pervertidos (Scott), o reemplazados (Jean por Fénix) o definitivamente tergiversados (Lobezno y su actual estatus de asesino a sangre fría), pero siguen poseyendo interés y posibilidades conceptuales suficientes como para complacer continuamente a una audiencia hambrienta de personalidades fuertemente definidas, fascinantes y creíbles. X-Men sigue siendo un título construido sobre la firme base de los personajes cuyo interés actual y su potencial para un futuro desarrollo es capaz de atraer y retener firmemente la atención del lector. Con la intención de hacer realidad el objetivo que se tenía en la serie de construir caracterizaciones bien pulidas, el equipo creativo, especialmente Claremont, debería volver a valorar sus propias debilidades en un esfuerzo por mejorar sus habilidades para definir mejor a los personajes.

¿Cómo puede el equipo creativo esperar desarrollar adecuadamente las personalidades de siete individuos diferentes en una serie de 17 páginas mientras también tienen que incluir algún tipo de argumento y un combate (¡al menos!) que satisfaga las demandas de la política editorial? Es cierto que se libra una constante batalla contra las limitaciones espaciales y las demandas comerciales, pero esa no es ninguna excusa para entregar una caracterización y una escritura empobrecidas. Si es necesario, cualquiera puede desarrollar múltiples personajes e incorporarlos en un un guión denso con la intención de ir desarrollando todas y cada una de sus personalidades, pero si se toma ventaja a través de los diálogos y con cada bocadillo de pensamiento, se pueden generar más oportunidades de caracterización. ¿Por qué la forma de Cíclope de echar en cara errores a los X-Men no puede ser un indicativo de lo adecuadas que son sus capacidades de liderazgo, además de ser una buena forma de incrementar su capacidad de inspirar el espíritu de equipo y de dar a entender la preocupación que sufre por sus colegas mutantes? ¿Por qué no pueden Tormenta y Coloso formulan inocuos pero reveladores comentarios sobre cómo perciben los Estados Unidos? ¿Por qué no puede Sean jugar al ajedrez con el Profesor y recordar los viejos tiempos (de lucha contra el crimen y los villanos), mientras Moira le explica a Jean por qué le parece absolutamente necesario que una mujer independiente tenga escondida una pistola a plena vista, entre los pasteles y las tartas?
Hasta la fecha, los retazos de caracterización más reveladores han hecho aparición cuando los personajes están hablando entre ellos: la revelación de Scott al Profesor sobre que Jean le importa mucho más que la Patrulla-X, el soliloquio de Logan fuera del apartamento de Jean, la discusión entre Scott y Rondador acerca de su mutua amargura con la humanidad y sobre cuánto les gustaría que la sociedad los tratase como a personas. Estos ejemplos aislados son indicativos de las buenas caracterizaciones que además utilizan pequeñas cantidades de espacio, y son posibles sólo cuando los creadores cogen por los cuernos los rasgos de personalidad: la gente suele hablar y reaccionar frente a otra gente y también cuando tienen lugar ciertas situaciones.

Mientras que la fascinación de Claremont por la parte técnica del desarrollo de personalidad es un enfoque muy válido, Byrne y él deberían hacer un mayor uso de cada oportunidad y de los dispositivos de caracterización de los que disponen, tanto narrativos como visuales, para incrementar la limitada cantidad de espacio de los personajes actuales que están tratando. Un gesto amistoso entre Kurt y Peter, o entre Jean y Ororo, podrían apoyar muchísimo la afirmación nunca demostrada por parte de Claremont de que estas parejas son amigos de verdad. Una caricia entre Jean y Scott, incluso durante las escenas de grupo, funcionaría muy bien para convencer al lector de que existe un cariño genuino entre ambos. (Se puede ir más lejos que con una escena en la que aparezca otro traje de Scott colgado en el armario de Jean.) 

Por desgracia, Claremont gasta demasiado tiempo montando grandes escenas emocionales y dramáticas, y descuida incluir algunos pequeños episodios que podrían preparar al lector para que aceptase la validez de sus por otra parte poderosos clímax emocionales. Claremont ha conseguido brillantes escenas de caracterización en el pasado (el soliloquio de Lobezno en el número 15 de Iron Fist, por poner un ejemplo.) Estos ejemplos prueban que tiene la habilidad y los poderes creativos necesarios como para producir personalidades esmeradas y bien redondas. Pero si Claremont se moderase un poco y tuviese mayor conciencia y respeto por la existencia y complejidades potenciales del resto de personajes, el equipo creativo de los X-Men haría gala de una originalidad y de las habilidades necesarias para transformar la serie de su actual estado de cómic con un montón de personalidades potenciales no cumplimentadas en un “tour-de-force” creativo de la caracterización.

Tal y como fue redactado hace cinco meses, la conclusión original de este ensayo era critica pero esperanzadora. Pero en los meses siguientes, el guión de Claremont y sus debilidades en la caracterización todavía no han desaparecido, y tampoco han disminuido de forma significativa. Más bien sus defectos se han ido agravando con el tiempo.
La actual saga “épica” de los X-Men que comenzaba con un rapto en el número 111 está marcada por la presunta separación o muerte a través del truco de la explosión de un volcán, y continúa con un sub-argumento que incluso ahora mismo (X-Men nº 124), nos descubre lo peor de las habilidades para la caracterización y de los intentos por hacer evolucionar el argumento de Claremont. Aunque algunas de las escenas individuales funcionan lo suficientemente bien como historias unitarias (me viene a la memoria “Alpha Flight”), los defectos en los elementos de continuidad siguen presentes (de forma acumulativa), minando la identificación con los personajes y su verosimilitud. Incluso aunque obviásemos los absurdos relacionados con el guión del volcán que hasta ahora se han ido engendrando (puede que la lista sume 27 errores), la regresión que han alentado en el núcleo emocional de la serie podría ser demasiado significativa:

Esto es:

1) Scott Summers ha perdido a su amada en una terrible batalla, menos de cuatro meses después (en Tiempo Marvel), ha empezado a tontear con Colleen Wing.

2) Lobezno siente que algo le ha “golpeado el corazón” (número 114) después de que la mujer que amaba muriese en una batalla horrible. Menos de dos meses después (en Tiempo Marvel), cae rendidamente a los pies de Mariko Yashida.

3) El amor de Moira MacTaggart ha muerto en una batalla terrible, pero no ha producido ninguna reacción.

4)  El único pariente vivo de Alex Summer (su hermano) ha muerto en una batalla terrible, pero no ha producido ninguna reacción.

5) El amor de Jean Grey ha muerto en una batalla terrible. Ella se mantiene firme como una buena scout, pero ha empezado a ser cortejada por ese gusano llamado... Míster ¡oops! Mente Maestra, de la Hermandad de Mutantes Diabólicos.

En esta plétora de amores asesinados en una batalla terrible puede reconocerse un patrón capaz de proyectar peligrosas incongruencias (“ojos que no ven, corazón que no siente”). Uno de los métodos más seguros para delinear personajes consiste en que uno (o muchos) de ellos formulen una respuesta a una pregunta sobre un tema universal que preocupe a la audiencia. Claremont nos presenta las reacciones de los X-Men ante la muerte de aquellos a los que aman, pero nuestras reacciones ante su pérdida no nos producen ningún tipo de empatía, sino que más bien nos generan aturdimiento.
Si el compromiso y el amor que las personas inspiran y construyen entre ellos es tan superficial, de poco valor y se puede obviar tan fácilmente, entonces ¿qué valores pueden tener las propias personas? Las situaciones actuales de los X-Men demandan que el lector afronte dichas cuestiones, pero ninguna de las respuestas que se han ofrecido hasta la fecha han sido demasiado satisfactorias. En lugar de alcanzar los (supuestos) objetivos de los creadores, el lector se ve obligado a tratar con lo X-Men o bien como si fuesen una filfa a cuatro colores que implica personalidades de tan solo dos dimensiones, o bien como prolongado ejercicio de decadencia espiritual.

El espacio también podría ser otro problema, pero la escritura de cómics es un sistema taquigráfico con el que la información se transmite a través de una pequeña cantidad de verborrea en comparación. La omisión sistemática de las reacciones más esenciales de los personajes únicamente se puede asumir como supuesto indicativo de los valores propios del escritor.
La obvia conclusión a la que se puede llegar con todo esto es a la de que la presente separación improvisada de los X-Men, junto con las reacciones indicadas, nunca deberían haberse llevado a cabo. La muerte no es algo que pueda tratarse tan a la ligera, y la gravedad de las reacciones de los personajes ante la muertes de sus seres queridos lo es mucho menos. Este es el motivo de que desde el número 114 de los X-Men hasta el más actual, moralmente hablando, se hayan sumergido en una larga historia de terror. El tratamiento inconsistente e insustancial de los personajes los degrada y abarata la serie, mina cualquier intento de fomentar la personalidad de los personajes, y en general, ensalza una visión de la humanidad degradada y degenerada. Los X-Men no cuentan con el respeto y la dignidad espiritual con el que Englehart podría revestir a los personajes en sus “números más serios” (ver Dr. Strange números 4, 15-16, entre otros), ni con ningún propósito de auto-restringir los arquetipos (como ocurre en muchos de los cómics de Kirby), sino que se encuentran en una peligrosa zona caliente, y quizá deberían dejar de jugar con volcanes antes de que se quemen.

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