jueves, 18 de enero de 2018

LOST IN TRANSLATION: LA PUNTA DEL ICEBERG (3 de 4)

Artículo de Bill Randall para The Comics Journal nº 282 (2007). Parte 1, parte 2.

PEACE OF MIND (MOU ANSHIN), de Miki TORI

Cuando empecé hace poco a leer la obra de Miki Tori, descubrí que su mundo tiene más sentido que el de Sakabashira, aunque a veces no tanto. Navegando por la red encontré algunas pistas más. Para mi sorpresa, descubrí que Fantagraphics ya había publicado su serie Anywhere But Here. Como no quiero revisar mis propias críticas, al menos puedo llamar la atención sobre la reputación del Journal para elegir ganadores, todo por el bien del interés público.

Divulgación al completo: estoy a punto de elogiar a Miki Tori en una revista editada por un editor norteamericano. Revelación más completa aún: aunque puede que esto apeste a incesto, ni Gary Groth me ha forzado, ni tampoco obligado, a escribir sobre Tori. De hecho, aún no he conocido a Groth en persona. Diablos, lo más cerca que he estado de Seattle es en Reno. La revelación más completa de todas: seguro que frases como "Miki Tori, el dibujante más divertido del mundo" no harán que me den palmaditas en la espalda por la propaganda ni ganarme una semana en Villa Fantagraphics, pero tal vez pueda comprarme una Fanta naranja con lo que me paguen por este artículo.


Además, la carrera de Tori ya es tremenda sin necesidad de que le echemos una mano. Debutó en los setenta. Desde entonces, ha trabajado en cómics y revistas mainstream, desde TV Bros hasta Comics Cue. Las tiras de esta última son las que se recopilaron en Anywhere But Here. En ellas el autor juega de forma magistral con el ritmo sin palabras y los juegos de palabras visuales. Esta obra nos desvela a un artista que le gusta profundizar en el color y la escala de las cosas, con cierta inclinación por el histrionismo y el diálogo absurdo. Su estilo de dibujo es bastante limitado, claro, pero tal y como desvela la recopilación Peace of Mind, dispone de un amplio catálogo de esos estúpidos dibujos caricaturescos.

He seleccionado Peace of Mind casi al azar de entre sus más de 60 tomos. En mi opinión, reúne varias de las posibilidades que tiene su estilo y también los extremos, y muestra el amplio rango de opciones que tiene Fantagraphics si eligen continuar traduciendo su obra. Pero lo más importante es recordar que su aparición en nuestro pequeño mercado occidental es solo una nota a pie de página en comparación con su trabajo en Japón.

Estilísticamente, Peace of Mind se expande más allá de la controlada cuadrícula de Anywhere But Here. En lugar de nueve viñetas sin palabras, Peace usa los diseños de los cómics para niños. Tori tira de una gran cantidad de géneros, desde extraterrestres hasta el de aventuras, todo con un refinado sentido de lo que puede resultar ridículo. Por ejemplo, la serie "Ocultismo" se basa en el culto de Aum Shinrikyō y en los avistamientos paranormales. Una de las tiras más representativas comienza con un médium dibujado de forma realista que está escupiendo ectoplasma, esa misteriosa sustancia de otro mundo. Entonces un Miki cartoonizado escupe también la misma materia y se queda atascado en la puerta de un tren. Una mujer de un anuncio asegura que la sustancia fantasmal la ayudó a perder peso. Finalmente, el ectoplasma sale de la boca de un feriante, el complemento perfecto para el algodón de azúcar que está elaborando.
Como Jacques Tati y P.G. Wodehouse, Tori entiende que el humor es un formalismo. Tati produce la risa colocando objetos a lo largo de la imágenes de sus películas, Wodehouse utiliza su prosa quirúrgica, con la que una sola palabra puede convertir una risa en una carcajada. Al igual que estos compañeros artesanos, la técnica de Tori reduce la grasa tonal del medio, que más que nada se basa en el dibujo. Sus trazos marcan el ritmo medido que se puede encontrar en Anywhere But Here, y surcan con profusión la frente de su personaje de dibujos animados. Este pequeño hombre tiene una perpetua mirada de frustración o estreñimiento, con ojos medio convertidos en platos y una boca apenas esbozada. A menudo, las gotas de sudor no dejan de agobiarlo.

Esas gotas de sudor dan una idea de la artesanía de Tori. La superficie caricaturesca de su dibujo desmiente la rigidez que se encuentra por debajo. Su línea, aunque clara y limpia, parece que esté dibujada con un tiralíneas: nunca varía de grosor. En cambio, su personaje parece una marioneta de madera, incluso aunque lo dibuje con un toque realista. No es una debilidad de su estilo artístico, sino el propio tuétano.

Al igual que ocurre con los mejores dibujantes, el mundo de Tori comienza al mismísimo nivel del trazo. A partir de su estilo lineal todo parece emerger: el absurdo, la rigidez, el fatalismo de sus personajes, las leyes que conforman su mundo. Su estilo es amplio, evidencia de un dibujante que conoce sus propias reglas. Sus personajes, siempre agobiados, reaccionan ante la inevitable ilógica de su entorno con una tensión y resignación sombrías, tenga o no sentido para nosotros.

Esta ilógica interna explica por qué los gags menos graciosos de Tori (y hay algunos, especialmente guionizados sin gracia), no hunden la obra en la irrelevancia, sino que parecen una pieza más que trabaje en conjunción con los chistes que sí que funcionan. Por ejemplo, cuando leo "Bookstore I", la historieta de apertura del tomo, siento que me falta algo. Solo es una página donde un letrero en una librería asegura: "Tenemos libros", y un niño sudoroso se mete dentro y se queda mirando a un carnicero con un cuchillo, que se apresura a saludarlo. ¿Qué me he perdido? No lo sé, pero lo que me ofrece Tori es la probabilidad de que en una librería pueda haber un carnicero. Cuando no es gracioso, es extraño, pero siempre es algo. Por lo que quieres seguir profundizando en su mundo. Y si te encuentras con ambos rasgos, entonces estalla el jolgorio.
Un buen ejemplo de su mejor trabajo es en la serie de tiras dedicadas a los Juegos Olímpicos de Barcelona. El escenario resulta lo suficientemente claro, por lo que los elementos más chiflados tienen bastante gancho. Cuando la procesión del principio se convierte en un desfile de animales que marchan de dos en dos, parece algo que se iba a producir de forma inevitable, como inevitable es la utilización incorrecta del lanzador, al igual que los equivocados entusiastas del competidor en el lanzamiento de disco. En otra tira titulada "The Elephant", la búsqueda de un alma por parte de un elefante (con la intención de dársela a un peluche) se desvía por el Salvaje Oeste, donde las figuras de los indios y los vaqueros luchan en dos viñetas opuestas repletas de enojadas cabezas circulares. A continuación aparece un tanque Sherman directamente inspirado en Tex Avery que no me produce risa alguna, pero un gag dos páginas más tarde me deja fuera de combate. Le acaban de decir al buscador de almas que mejor que ponga rumbo a África, y mientras lo vemos desde un plano cenital, el personaje mira hacia el cielo. Y se pone a reflexionar en silencio. De repente corre hacia su izquierda mientras sigue mirando hacia arriba y atrapa una pelota de béisbol. El dibujo de Tori es lo que hace que esta escena funcione. Así que puedo ponerlo sin rubor al lado de cualquiera de los dibujantes de Fantagraphics. Sin embargo, dudo que mi elogio general y mi suave crítica marque ninguna diferencia y mucho menos lo hará para la caja de la editorial. El hecho es que las críticas del Journal, estén o no escritas con una visión especial, tienen más que ver con enriquecer la conversación sobre el cómic que con suministrar munición argumental para reírse de otros argumentos. Porque no es que financieramente nos estemos jugando gran cosa. Por supuesto, podría intentar ganarme la vida como crítico de manga en Japón, pero no estaría escribiendo en mi lengua materna, más bien parecería un alumno de tercer curso que intenta alabar las obras destinadas a los alumnos de tercer curso porque el editor me hubiese sugerido encarecidamente que me encargase de una serie popular. Así que tal vez siga escribiendo aquí, corriendo el riesgo de que me cataloguen como un esbirro, porque la verdad es que las recompensas inmateriales son mucho mayores.

(Continuará)

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