martes, 20 de septiembre de 2016

LOST IN TRANSLATION: BAKUNE YOUNG (1 DE 5)

Artículo de Bill Randall para The Comics Journal 247 (2002). Traducido por Frog2000. 

"Por supuesto... claro que no queremos una nube con forma de hongo."

-Bill Randall.

Con suerte, un país puede madurar después de haber sufrido. El moderno Japón empezó este proceso con Hiroshima y Nagasaki. También otras naciones han sufrido enormes pérdidas humanas o batallas encarnizadas, pero ninguna ha sopesado la posibilidad de negar los hechos directamente de una forma completa e instantánea. Al empezar a afrontar esa posibilidad, a finales de la Segunda Guerra Mundial Japón enfiló el camino de su re-evaluación y re-definición. El país se esfuerza para superar las consecuencias de la guerra: Tokyo sigue siendo volado en pedazos todos los días, sea en el cine, en la televisión o en los cómics, y el país sigue sin decidir si se quiere convertir en una nación de poder imperial o en un país devoto de la paz.

Desde la guerra, Japón lleva basculando entre los extremos de un nacionalismo conservador de derechas que quiere convertirse de nuevo en una potencia militar, y uno de izquierdas que quiere lograr el repudio de la Bomba a escala mundial y la retirada de las tropas estadounidenses de las costas japonesas. Esta facción empezó a hacerse escuchar en una fecha tan temprana como a principios de los sesenta, cuando surgieron las primeras protestas ante el Acuerdo de Seguridad Mutua entre Japón y EEUU, y desde entonces ha continuado en vigor hasta lograr hacerse un hueco en la política japonesa a nivel nacional. Sin embargo, este movimiento se ha empezado a desacelerar justo después de los últimos ataques terroristas a escala global. Japón es una nación vulnerable: Asia Oriental nunca ha sido un lugar particularmente estable, y la densidad de población del país ofrece una tremenda debilidad ante los ataques químicos o bacteriológicos capaces de exterminar a un amplio número de personas. El ataque con gas sarín de Aum Shinrikyo en Matsumoto en 1994 y en Tokyo en 1995 llamó mucho la atención no por la cifra de personas asesinadas (7 y 12 respectivamente) sino porque ilustra con exactitud lo vulnerable que es el país ante este tipo de ataques. La estrecha relación del país con Estados Unidos tampoco ayuda mucho: en Corea, Vietnam y la Guerra del Golfo, Japón ha servido como el portaaviones de Estados Unidos, un papel que no ayuda demasiado a mejorar las relaciones con otros países asiáticos menos amistosos con los poderes occidentales.

Más aún, después de los ataques del 11 de Septiembre, los Estados Unidos han presionado enormemente a Japón para alterar la Constitución autorizada por EEUU con el fin de permitir que el ejército ofrezca apoyo a las tropas estadounidenses en Afganistán. Los nacionalistas japoneses llevan mucho tiempo exigiendo este cambio. Japón legalizó la movilización de sus fuerzas de autodefensa más allá de sus fronteras en octubre de 2001, tan rápidamente que dejó asombrado a todo el mundo. En otras palabras, Japón ha encontrado el momento justo para poder saltarse sin dilación el noveno artículo de su Constitución. Este artículo declara que "los japoneses siempre renunciarán a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o uso de la fuerza como medio de solucionar conflictos internacionales". Lo que quiere decir que la única nación moderna que se basaba en la paz, y que ha obtenido dicha identidad a cambio del terrible coste de la aniquilación de dos ciudades, actualmente podría enviar a su ejército a cualquier parte del mundo. Si esto supone o no continuar con su proceso de maduración dependerá mucho de cómo se definan en el futuro términos como "ejército", "renuncia", "para siempre" y "maduración".
BAKUNE YOUNG
Toyokazu Matsunaga

La obra comienza con un plano de sus personajes principales cantando "Anarchy in the UK" momentos antes de que las cosas se transformen rápidamente en un violento barullo a lo largo de cientos de páginas mientras se van tocando varios palos como la complacencia de los medios de comunicación, la corrupción y la política mundial. Es tan divertida como la obra de Tex Avery, y también un poco triste. Con Bakune Young, Toyokazu Matsunaga ha creado una novela gráfica completamente consciente y oscura que abraza la violencia y los extremismos del manga, incluso se podría catalogar como energía visceral. En lugar de evitar la violencia exagerada que hace que el manga sea denunciado de forma rutinaria por grupos parentales, Matsunaga crea una novela inteligente y política saturando su narración de los elementos más grotescos que le resulte posible. 

El argumento nos presenta a Bakune Young, un joven gigantesco y estúpido que declara una guerra de un solo hombre contra la Yakuza, la mafia japonesa. Durante su periplo, sus asaltos atraerán la atención de la policía y de una multitud de gente extraña, todos atrapados en medio de los casi incesantes combates celebrados a lo largo de la obra. Acogiéndose a los rasgos idiomáticos del manga más popular, Matsunaga se las arregla para tener éxito mientras camina por una fina cuerda floja mientras minimiza continuamente los efectos más brutales de la violencia gratuita mediante la sátira, regodeándose con la acción en mayúsculas como un fin en sí mismo. Quizá este podría ser el típico caso donde una obra de primera queda totalmente arruinada si no fuese porque en realidad la historia posee significado. Por lo general, los manga de este tipo perduran en el tiempo y se convierten en objeto de estudio solo porque son ejemplos de habilidad artesanal, ya que en última instancia no ofrecen nada más que nihilismo. Sin embargo, Bakune Young es diferente.

(Continuará)

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