miércoles, 10 de junio de 2015

EL KINDLE ES UNA COSA LLORIQUEANTE, TULLIDA Y LANGUIDECIENTE..., por Warren Ellis

Por Warren Ellis para Wired, junio de 2009, traducido por Frog2000.

Así que el Kindle, la pizarra mágica de Jeff Bezos, no funciona correctamente aquí, en el mismísimo país de Dios.

Lo cuál es el único motivo por el que los libreros del Reino Unido no se están lanzando delante de los ocho coches (o menos) que todavía se pueden permitir el lujo de circular por Gran Bretaña. Por lo general, aquí, en el mismisimo país de Dios, somos perezosas bolsas de grasa y mierda rellenas de patatas fritas. Y si no es estrictamente necesario usar una grúa para izarnos del sofá donde estábamos viendo Singulares Retardados Sonrientes Chuleando En Patines, para poder conseguir una nueva copia de Harry Potter Y Su Inquietante Masturbación Manual En Mitad De La Noche, entonces no lo haremos. 

Por lo tanto, los libreros del Reino Unido aún no se han visto reducidos a la misma condición que sus primos americanos, que va poco más allá de cuerpos en el pelotón de fusilados, todavía se les utiliza como alimento y fuente de calor. Temen el Kindle como si fuese el aliento de la polla del diablo en su hombro, a pesar de que la inteligente tablilla del Sr. Bezos probablemente no habrá vendido aún ni un millón de unidades. Porque como cualquier librero estadounidense te gritaría mientras se abre sus propios antebrazos con cuchillos Stanley, realmente sólo 34 estadounidenses compran y leen libros. Por lo que a ellos respecta, el Kindle surgió directamente de las pelotas de Satanás y nos condenará a todos. 

En Gran Bretaña no existe el mismo temor, porque la peor amenaza contra la lectura proviene de nuestro sistema educativo, y del hecho de que la mayoría de los niños nazcan con síndrome de alcoholismo fetal como si ya tuviesen 15 años. 

También está la amenaza del iPhone, esa cosa vil, una losa sin personalidad a lo Star Trek 1980, una banalidad de plástico de la Federación del Área de la Bahía. Ya era bastante malo que todos los que conozco en los círculos tecnológicos y de diseño se pavoneasen por ahí con uno atascado en su bolsillo, como si fuesen a obtener un ciber-frotado de la varita mágica. "Mira", me susurran sosteniéndolo con tanto cuidado como si fuese un elfo casi muerto que se hubiesen encontrado en un bosque encantado y lo hubiesen cuidado hasta que se pusiera sano de nuevo. "¡Hasta se pueden hacer llamadas telefónicas!" Por supuesto, algunas personas me enseñan su aplicación Kindle. Si estás de viaje y quieres un nuevo libro electrónico, navegas por Amazon con el navegador de tu iPhone, realizas tu compra, y la aplicación se sincroniza para traértela. Esa es la solución móvil que el Kindle de aquí no dispone. Después de todo, si te has traído un Kindle al Reino Unido, sabrás que has importado un cosa tullida y lastímera que se queja en la Susurronet por la noche. Pero entonces... ¡ajá! Mediante el juicioso uso de algo que Patrick Stewart utilizaba para hacer que algunas personas se pusieran en contacto en 1989, ya que eso era lo suyo, podrás pillarte libros y leerlos en una aplicación retro-iluminada de forma atractiva. Y con la ventaja añadida de que es probable que la radiación del dispositivo te provoque esterilidad.

Lo cuál me lleva hasta la noción de "público". En los días de antaño, cuando reinaba lo impreso, hablábamos de "llegar hasta el público." Hablábamos de hacerlo a través de la publicidad, o de apariciones en vivo, que era cuando querías salir a la luz en algún lugar del mundo real, estropear con tinta los ejemplares que te ponían delante para firmar y comunicarte usando pequeños ruidos bucales. Lo que queríamos decir con "llegar al público" era "idear formas para obligar a extraños a que nos den su dinero a cambio de nuestras ideas y tal vez de una broma o dos". Es algo que ha cambiado de manera bastante salvaje. La compleja red de procesos diseñada para conseguir que me des tu dinero se ha convertido en algo bastante irregular, añádelo al colapso de los periódicos y a ese concepto de autoridad que ha cambiado de los periodistas hacia la tripulación de BoingBoing y de ahí, en 2009, a un post de Twitter escrito por el santificado Stephen Fry. Era genial conseguir una crítica en una revista musical de papel (¿las recuerdas?) Y era divertido ver a Oprah recomendar "La Carretera" de Cormac McCarthy a las amas de casa, pero aquí tenemos el nuevo medidor de audiencia: Stephen Fry apareciendo en tu jodido iPhone para decirte que él ha disfrutado mucho con la lectura de la novela gráfica Watchmen.

Claro, 300.000 seguidores en Twitter no es lo mismo que una audiencia televisiva de casi un millón de espectadores, pero esas 300K personas son neófitos altamente selectivos con ingresos disponibles. Tienen jodidos iPhones y todo. En algún momento alguien recomendará un libro de prosa y cierto número de personas tamborilearán con sus dedos la ruta hacia Amazon para que con un solo clic, su aplicación Kindle sea eminentemente rastreable. Muy bien eso podría contar otra interesante historia.

Por supuesto, las novelas gráficas a todo color como Watchmen parecerán una seudo-mierda en el monocromo Kindle. El que le seguirá, el Kindle 2, cuenta con 16 niveles de escala de grises, por lo que es un poco menos basurero. Aún así, las tiendas de cómics no tienen por qué preocuparse todavía. Espera. La aplicación para el iPhone de Kindle ya muestra novelas gráficas a todo color. Mierda... Sí, cállate y pásame ese cuchillo Stanley, ¿quieres?

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