lunes, 9 de marzo de 2015

WARREN ELLIS: EL FUTURO NO ESTÁ MUERTO, SENCILLAMENTE LO HEMOS REBASADO.

Warren Ellis para Wired, 2010. Traducido por Frog2000.

Actualmente estoy sufriendo la rara "gripe del dragón de Komodo", y por eso las reflexiones de este mes parecerán desconectadas, fugaces y revestidas de un mucoso brillo:

1) Hace algunos días, mi vecino de la puerta de al lado en Wired, Russell Davies, y yo estuvimos celebrando un breve intercambio de ideas a través de "embloggery" que se vieron reducidos gracias a mi proverbial estado anímico de enfermo. Russell opinaba que la ciencia ficción ya no se encarga de predecir las cosas, y que en general deberíamos re-ordenar lo que pensábamos al respecto. Yo le señalé que la ciencia ficción no trataba tanto sobre la predicción como sobre la extrapolación de las tendencias actuales, y que la predicción es un efecto secundario de la ciencia ficción, lo mismo que los dolores de cabeza y la incapacidad para operar con maquinaria pesada. En ese sentido, extrapolación es una palabra que merecería ser sacada de la chistera. Una de las definiciones del diccionario es: "inferir o estimar algo mediante la ampliación o proyección de la información que se conoce". La extrapolación es un acto de especulación, y por eso muchos escritores prefieren el término "ficción especulativa" al de "ciencia ficción".

La extrapolación aparece de muchas formas. Un término temprano, aplicado de forma experimental a lo que se terminaría convirtiendo en cyberpunk, era el de "ciencia ficción dura, radical". De forma notable, el co-fundador del movimiento y autor americano de ciencia ficción, Bruce Sterling, describió lo que hacía como su "extrapolación de acero". Era la forma en que él observaba el estado actual de las ciencias "serias" -física, química, informática- y estudiaba sus resultados más fiables mediante un filtro manchado de sulfato y semen. Uno de los grandes encantos del cyberpunk era el de que todo parecía funcionar. Sin embargo, su fracaso más notable (si es que eso es lo que estabas buscando) en el género de la literatura "predictiva" es que en sus páginas no aparecía ningún teléfono móvil.

2) Pero la extrapolación también puede ser lírica. No tiene por qué ser un proceso inmerso en el realismo. La ciencia ficción tiene otra labor más y esa es la de enseñarnos dónde estamos viviendo y quiénes somos realmente. Es probable que el mejor relato de ciencia ficción jamás escrito sea "Aye, And Gomorrah..." [Por siempre, y Gomorra] de Samuel R. Delany. La especulación que encontramos en su historia no proviene de probables futuros inherentes a la ciencia, sino del hecho de observar la oscura mente humana y su depredación desde un punto de vista práctico y a medida que avanzábamos hacia el futuro.

Como material predictivo, los astronautas desexualizados quirúrgicamente de Delany no sirven para nada. Para ciertas formas de pensar, seguro que esta extrapolación resulta inservible: ¿por qué deberíamos castrar astronautas? ¿Por qué tendría que existir gente que ha desarrollado un fetiche con ellos? La Regla 34 todavía no se había inventado. La acción de especular aparece en cuanto empezamos a considerar la forma en la que utilizamos a las personas, la ciencia ficción opera como una herramienta que nos lo revela de una forma original y conmovedora.

3) Vivimos en un mundo en el que podemos comprar drogas sexuales en las farmacias. Un mundo en el que, de hecho, teníamos vídeo-teléfonos y luego los descartamos porque nos parecían aburridos. Cuando echo un vistazo a la ciencia ficción con la que crecí me doy cuenta de que los vídeo-teléfonos aparecen por todas partes. Hilarantemente, en la serie británica de los 70, Space: 1999, todo el mundo acarreaba teléfonos que en parte eran vídeo-teléfonos en blanco y negro y en parte varitas electrónicas parecidas a tarjetas para abrir puertas de hotel. Según se han ido desarrollando las predicciones, no es lo que uno realmente desearía llevar colgado de su cinturón. El futuro no está muerto. Simplemente lo hemos rebasado y luego hemos salido disparados hacia un nuevo territorio del que todavía no hemos dibujado los mapas.

4) Lo cual tiene que ver con lo que me comentaba Russell. La ciencia ficción ya no circula por delante de nosotros, arrojándonos pistas sobre el futuro. El autor William Gibson escribe sus novelas actuales situándolas en el presente. Ya no hay más cowboys delante de la consola, moviéndose rápidamente por el mundo del ciberespacio, ni más ídolos del pop digitales imprimiéndose a sí mismos en el mundo real. Dicho esto, su última trilogía (los libros de "Bigend"), se desarrollan en teoría en el mundo contemporáneo, aunque siga existiendo esa sensación de... ausencia presencial. Las situaciones, los personajes y los lugares parecen estar un segundo fuera de sincronía. Las hechuras del coolhunter Cayce Pollard que aparece en "Pattern Recognition", o las del ejecutivo de publicidad viral Hubertus Bigend (de "Guerreros" e "Historia Zero"), nos siguen pareciendo plausibles, sin llegar a poseer del todo una textura de sólida realidad. Cuanto más nos fijamos en ellos, más nos damos cuenta de que son personajes especulativos. Hubertus Bigend es un "novum", una creación de ciencia ficción. Pero la prosa parece estar escrita desde un punto que se encuentra cinco minutos antes de ese momento, por lo que no la reconocemos como tal y avanzamos por las páginas como si nos hubiesen ordenado que tiene que parecernos ficción convencional.

5) Lo que ocurre es que la vida se ha vuelto extraña. Tanto es así que lo mejor que la ciencia ficción nos puede ofrecer es el equivalente a los tres minutos de una sirena de alerta. No es que sea una bicoca, pero así se han desarrollado las cosas hasta ahora. Diablos, hasta hace tres minutos ni siquiera sabía que existía algo parecido a una "gripe del dragón de Komodo". De nada.

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