lunes, 16 de marzo de 2015

HULKEANDO, ENTREVISTA CON BRUCE JONES (1 DE 3)

Realizada por Danny Fingeroth a través de e-mail y publicada en Write Now! número 3 (2003). Editada por Danny Fingeroth, transcrita y editada por Bruce Jones. Traducida por Frog2000. 

Te odio, Bruce Jones.

[Nota didáctica: ¡esta es una clásica apertura en plan "¿a qué te refieres con eso?"! Ahora te sentirás obligado a seguir leyendo, ¿verdad? ¡hey, adelante!]

Me refiero a que es un tío talentoso, gracioso y encantador. Y para colmo también es condenadamente guapo. Bruce parece un modelo de GQ. Al verlo la primera vez pensé que era un actor o un modelo que se había perdido y que había llegado a la oficina equivocada. 

Pero en su lugar era el propio Bruce. Ese año estaba trabajando como asistente de Louise Jones (más tarde apellidada Simonson, y no, sin ninguna relación con Bruce.) Bruce se encontraba en la ciudad para dar una charla sobre Ka-Zar, Conan y algunos otros trabajos. En su día estuvo trabajando con Louise en la clásica línea de cómics de terror de la Warren, incluyendo los títulos Eerie y Creepy. A menudo Bruce dibujaba las historias que guionizaba. Louise lo metió en Marvel cuando se convirtió en editora, y Bruce consiguió algunos intimidantes trabajos que llevar a cabo. Fue uno de los primeros guionistas (junto a Michael Fleisher) que se encargó de Conan, el Bárbaro después de Roy Thomas. Además, Bruce siempre había tenido la intención de revivir a Ka-Zar, el Salvaje. Bruce se encargó de Kevin Plunder en los ochenta y lo convirtió en una especie de chico moderno que había acabado viviendo en la oscura jungla de la Tierra Salvaje. Fue, especialmente para la época, una reinvención radical de los personajes (Ka-Zar y Shanna, la Diablesa, su significativa compañera) que sólo podía haber surgido de un guionista y una editora ajenos al enclaustrado ambiente super-heróico de Marvel y DC. Supuso un soplo de aire fresco, y por supuesto, causó controversia. La gente que no recordaba que una vez existió un Ka-Zar, de repente se empezó a indignar con lo que estaba haciendo Bruce. Que los guiones fuesen magníficos (y que además tuviesen un gran dibujo de Brent Anderson) no pareció importar mucho. Finalmente, la mayoría de los comentarios negativos se salieron con la suya. 

Después de un par de años en Marvel, Bruce se diversificó en el campo de las independientes, creando revistas en las que escribía y dibujaba para Pacific Comics, y editando Somerset Holmes, un cómic neo-noir sobre dos fuertes detectives femeninas. De nuevo, en Somerset hizo equipo con el brillante Brent Anderson. Más tarde se marchó a Hollywood para introducirse en el mundo de la prosa, y allí conoció a su compañera de escritura de vez en cuando y esposa a tiempo completo, April Campbell. En algún momento Bruce también guionizó una serie limitada de Venom para mí en los noventa. Pero en su mayoría parecía que había dejado el medio de los cómics. ¿Tal vez, después de todo, fuese descubierto para convertirse en estrella de cine?

Después de las idas y venidas que parecen ser habituales en las carreras de los guionistas de Hollywood, incluyendo ganar un montón de dinero por guiones que nunca se van a producir, Bruce reapareció como un Ave Fénix (o como la ciudad de Kansas), en el mundo de los cómics. Empezó haciendo trabajos antológicos para Axel Alonso en DC, y luego regresó a Marvel y Bruce se convirtió en uno de los "nuevos guionistas hot" de los cómics. Su saga en Increíble Hulk es (y continuará siendo) legendaria. También ha bendecido con su marca única montones de proyectos más, incluyendo "The Call of Duty" y "Hulk / Wolverine: 6 Hours". Siempre es tremendo tener la suerte de ver a alguien que ha dejado los cómics en cierta época triunfando cuando vuelve. Por supuesto, ayuda mucho que seas tan talentoso y operativo como Bruce. 

Ahora que lo pienso, no se puede odiar a este chico. Me retracto de lo que he dicho antes.

Pero si no fuese tan condenadamente bien parecido...

[Nota didáctica 2: Nótese cómo, suavemente, me he traído mi pequeño gag de apertura hasta este final de la introducción. Ah, la necesidad humana de que todo encaje ha sido satisfecha una vez más... DF]

En esta entrevista realizada por email, Bruce charla sobre la evolución de su carrera y sobre lo que le ha llevado a optar por ser escritor en su vida.
DANNY FINGEROTH: ¿Qué crees que ocurrió en tu pasado que te llevó a convertirte en guionista? ¿Valoraban especialmente tus padres la "creatividad"? ¿Hubo algún familiar, profesor o compañero que te inspirase en especial?

BRUCE JONES: Mi padre fue una gran influencia en cuanto a música, películas y escritura. Le encantaba el cine cuando era niño y en el barrio siempre me llevaba a cada nuevo estreno. Solía contarme historias de su infancia en la ciudad de Kansas, y uno de sus colegas del Instituto era un genio de la electrónica. Construyeron una increíble casa en un árbol con puertas correderas eléctricas y otros dispositivos elaborados que molaban mucho. Mi padre y él escribieron una novela entre las hojas de esa casa árbol. Se llamaba "The Red Hemp", era un thriller de misterio. Me parece genial. Papá siempre parecía muy animado cuando hablaba sobre esa época, muy excitado, y esa excitación era contagiosa para un niño de ocho años. Creo que fue la primera vez que me di cuenta de que en realidad había alguien que se sentaba y diseñaba cosas como novelas o historias, que no eran algo que se materializaba simplemente en el éter. Solía sentarme en su regazo frente a su vieja máquina de escribir Royal de color negro y creábamos historias juntos, mucho antes de que hubiese aprendido a deletrear adecuadamente y a entender lo que era la sintaxis. Había algo en la configuración de los pensamientos en papel, en poner una palabra tras otra y crear de esa forma un todo que me fascinaba. Me encantaba la permanencia de la escritura, la posibilidad de volver atrás y releer días o semanas más tarde lo que habías creado antes, había algo en esa captura de pequeños bloques de recuerdos que se juntaban para siempre que pulsó una profunda nota en mi interior. Aunque tenía poco interés en compartir esas cosas, las hacía principalmente como entretenimiento. Creo que debía tener una fuerte sensación de quién era yo, algo que probablemente tendrán todos los escritores, sé que al menos algunos necesitan sentirlo. Hablo de ese tipo de sinsentidos como eres el centro del Universo. Más tarde tuve un par de profesores de inglés que me animaron mucho porque les gustaba lo que escribía, solían leer mis composiciones al resto de estudiantes. Oírles reír fue la primera vez que me di cuenta de que era capaz de afectar las emociones de los demás mediante una extensión de mi ser, compartiendo algo que yo había hecho surgir de la nada. Probablemente un psiquiatra habría dicho que tenía una necesidad tremenda de sentirme querido, pero la idea de entretener a la gente me pareció muy seductora desde el principio. Cuando no estaba guionizando o dibujando, yo era el payaso de la clase. Pero también tenía un lado privado e introspectivo. Era extraño.
DF: ¿Recibiste clases de dibujo o de escritura en el colegio? Si fue así, ¿resultó útil? ¿O nocivo?

BJ: Me especialicé en Dibujo y Pintura en la Universidad de Kansas pero no recibí cursos de escritura aparte de los de Inglés. Fui un estudiante terrible, no necesariamente desde el punto de vista de las notas, pero fui terriblemente rebelde, y en general odiaba que me enseñaran a menos que el profesor fuese particularmente maravilloso, y creo que la mayoría no lo eran. Cogí dibujo porque lo que había hecho atraía a todo el mundo en la escuela primaria y la escuela secundaria y pensé que sería fácil. La ley del mínimo esfuerzo, ¿sabes? Y además porque temía que al enseñarme "cómo escribir" me podían arruinar. Fiel a mi estilo, detestaba las clases de arte, principalmente las de la historia del arte y los aspectos no comerciales de la materia. Más tarde me di cuenta de que estudiar con esos maestros fue lo mejor que me podía haber pasado, y más importante aún, también aprendí a apreciar y a comprender el arte elevado, las personas que pintaban porque les salía de dentro y que no podrían haber hecho cualquier otra cosa en su lugar, en oposición a los que intentaban pintar para ganarse la vida. En realidad no me ayudó lo más mínimo para conseguir trabajo después, pero me abrió toda una nueva área de entendimiento. Finalmente podía ir a un museo y entender a Monet. También era bastante depresivo, porque como todos los chavales hasta ese momento yo pensaba que era muy bueno. Lo que descubrí es que todas las grandes artes están interrelacionadas, y me parece que entenderlo en el nivel más básico es entender los fundamentos de todas. Dudo que me hubiese enterado alguna vez sin acudir a la Universidad. Al recordarlo desearía haber prestado más atención en las clases y haber estado menos tiempo persiguiendo chicas. 
DF: ¿Fuiste un niño al que le gustaba la televisión? Si no es es así, ¿qué es lo que alimentó tu adicción, Jones? ¿Leías cómics? ¿cuáles? ¿qué es lo que se te quedó para siempre?

BJ: De nuevo, mi padre supuso una gran influencia. Le gustaban los cachivaches sónicos y visuales de cualquier tipo, el siguiente invento en hacer aparición. De chico siempre fue el primero en tener una radio Crystal en su edificio, luego fue el primero que tuvo radio, los primeros transistores, así que en mi infancia fuimos de los primeros en tener televisión, los primeros en tener una cadena estéreo. En mi casa siempre estaba sonando mucha música diferente, la mayoría era clásica y composiciones de aquellas magníficas Big Bands. En ese sentido creo que fui muy afortunado. Llegaba a casa después del colegio y encendía la Philco en blanco y negro, esperaba una hora para que desapareciesen los test de prueba y veía empezar la programación diaria con Howdy Doody. Fue cuando tan sólo se podían ver dos canales de televisión. La ABC apareció después. Teníamos la Dumont Netork, pero no recuerdo demasiado sobre ella o sobre Captain Video. Vivíamos en St. Louis, y allí se podía ver Tom Corbett, Space Cadet, pero no Space Patrol, algo que siempre lamentaba. Devoré el programa de Superman protagonizado por George Reeves, creo que era increíble, sobre todo la primera temporada, que parecía tener una ambientación más noir francamente espeluznante con esa música que te erizaba el cuero cabelludo. Mis años de aprendizaje fueron durante los años de culpa posteriores a la Segunda Guerra Mundial en América. Viví las últimas cargas de los pulps. El aire estaba repleto de paranoia anti-comunista. La mayoría de las teatrales películas eran en blanco y negro, lo que las daba un compacto aspecto de ensoñación. Abundaban los cómics de terror, que me atraían de forma magnética. Eran una fruta prohibida. Tan perturbadores... nunca tenía suficientes. Creo que algunas de aquellas portada de Atlas tenían un gran trabajo artístico psicológico detrás, eran completamente depravadas, sin disculpas ni héroes, sin ninguna cualidad que las redimiese ante el público, sólo un dibujo que existía por el placer de existir, con un efecto chocante y perturbador. No creo que se vuelva a vivir una época igual. La mayoría de los guiones y de los dibujos eran horribles, pero era su actitud lo que más importaba. Mi propia teoría es que todo aquello tenía algo que ver con la culpa que cargábamos por haber bombardeado Japón. Para mí, todos esos cadáveres errantes de la EC eran metáforas de los campos de la muerte nazis, algo que también nos avergonzaba. Sabíamos que existían campos de concentración y no entramos en guerra hasta que nos vimos forzados a hacerlo. Añade un elemento de represión sexual a la mezcla y la opresión pura y simple al pueblo negro, los cocktails después del trabajo y los cigarros que eran algo casi obligatorio, y obtendrás algunas cosas bastante raras que influyeron la mente de un joven chaval. Pero también tenía Las Guerra de los Mundos de George Pal, el T-Bird del ´57 y a Elvis. Se podría decir, y creo que tiene bastante mérito, que cada coche, película y cantante de la época nunca han sido superados, tan sólo emulados. Supongo que cada época tiene sus ventajas y sus desventajas.
DF: Llegaste a Nueva York para convertirte en dibujante. ¿Qué es lo que te empujó a hacerlo en lugar de escribir? ¿Apoyó esa idea tu familia? ¿Formabas parte de un grupo de personas que llegaron a Nueva York juntas?

BJ: Nací en Kansas City, Missouri, y crecí en los suburbios de St. Louis. Casi desde el principio fui estrictamente un chico de los suburbios. Es probable que sea el motivo por el que siempre he tenido problemas al vivir en las áreas más urbanas de una ciudad, incluso en L.A., que para empezar es como una especie de enorme suburbio. Mis padres me animaron mucho de niño para que dibujase y escribiese. Luego, cuando llegué a la edad adulta empezaron a darse cuenta de que hablaba en serio sobre ganarme la vida con ello y creo que se empezaron a preocupar. Fue fácil encontrar el valor suficiente como para dejar atrás el Medio Oeste, donde si me hubiese quedado habría sido vendedor de zapatos, obrero de la construcción o lavaplatos, y por eso me marché a Nueva York, donde si hacía algo creativo podría llamar más fácilmente la atención. Pero cuando eres joven y estúpido nada es tan sencillo. A principios de los setenta en Nueva York, formaba parte de la panda de rebeldes formada por Jeff Jones, Berni Wrightson y Mike Kaluta. Todos estábamos empeñados en ser el nuevo Frank Frazetta, Hal Foster o N. C. Wyeth. Todos crecimos leyendo y amando los cómics, el problema era que entonces, en la ciudad de Nueva York todo eran superhéroes, por lo que como teníamos un estilo ilustrativo que todos compartíamos, nos resultaba un poco difícil conseguir trabajo. Pero estuvo muy bien tener colegas con los que salir y conducir hasta la zona norte para visitar a Frazetta y a Al Williamson, y a la Escuela Brandywine, una mezcla de zonas rurales de Nueva Inglaterra de estilo clásico donde está acreditado que fue donde Howard Pyle empezó a trabajar en la enseñanza. Esos tíos eran nuestros héroes. Particularmente Williamson captó toda nuestra simpatía, sencillamente era uno más del grupo. Tenía una colección enorme de películas en 16 mm. en una época en la que todavía no había reproductores de vídeo, y nos quedábamos toda la noche viendo seriales de Flash Gordon y King Kong. Al nos llamaba la atención sobre el especialista Dave Sharpe en aquellos magníficos seriales de la Republic. También fue el que nos enseñó quienes eran antiguos e importantes ilustradores como Flagg, Cole Phillips, Leyendecker, Schoonover, Cornwell, tíos que eran nuestros profesores de dibujo en las universidades donde habíamos estudiado. Visitar a Al era como pasarse el fin de semana en la biblioteca. Y él se sentaba con nosotros, revisaba nuestros dibujos y nos enseñaba dónde la habíamos cagado. Tuvimos mucha suerte de tenerlo como amigo. Frazetta también era un chico agradable, aunque menos accesible. 

(Continuará)

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