lunes, 24 de septiembre de 2012

GOUDOU GOUDOU (6 de 10), por ANN NOCENTI

Goudou Goudou, 6 de 10. Posteado por Ann Nocenti el 20-12-2010 en Hilobrow. Aquí el post original. Traducido por Félix Frog2000.

-Goudou Goudou 1
-Goudou Goudou 4

Los chavales se chupan los pulgares. Mujeres enormes en cuclillas agitan ollas de arroz turbio enormes. Hemos estado filmando durante tantos meses que mis ojos solo ven a través de formas cuadradas. El aire está lleno de humo gris que provoca náuseas. Creo, quizá indebidamente, que esta atmósfera difusa produce cambios en el humor. Una mujer pasa un trapo por la cara de su bebé una y otra vez, la cola de una vaca chasquea limpiándose de moscas. Las moscas flotan y aterrizan con diferentes patrones sin fin. Absurdamente, me hace pensar en el profuso tráfico aéreo de helicópteros que se ha podido ver en este país después del desastre.

Campo Pinchinat. Mis estudiantes ruedan la distribución de comida. El ejército dispone de un área apartada para que las mujeres puedan cocinar, se ponen redes para controlar las filas del hambre. Los niños y las mujeres comen primero. Los hombres los últimos. Alguien ha decidido que los hombres no son capaces de compartir tanto como las mujeres. Hace unos años fui a una cena gitana rumana de la mafia donde los hombres y los niños comían primero. Más tarde, las mujeres y las niñas picaban entre los huesos sobrantes.

Mis ojos están vendados. Opto por no mirar lo peor de los sufrimientos con mis propios ojos. Eso me obligaría a hacer algo por ese chico con el hongo en su cara que podría curarse con un tubo de tres dólares de crema antibiótica. Tengo tres dólares en el bolsillo. Ahí se quedan. He venido para enseñar a rodar. Las vendas se quedan sobre mis ojos.

El campamento está dividido en dos. Uno de los grupos es leal a los venezolanos y el otro depende de los canadienses. Los rumores sobre los malos olores flotan por encima: los canadienses se marchan, la gente está enojada porque la gran bandera venezolana ondea ligeramente por encima de la bandera haitiana, más pequeña, y quieren echarla abajo. Las personas tienen que salir del campamento hasta terrenos más altos antes de que llegue la temporada de lluvias, tienen que conseguir semillas de la tierra antes de que se pase la temporada de la siembra. Sin embargo, los venezolanos han prometido construir refugios temporales para quien se quede y el Programa Mundial de Alimentos mantiene el suministro de arroz. Los colchones suelen ser robados de las tiendas para usarlos en negocios de prostitución, las mujeres son violadas, la comida robada, los venezolanos han suministrado cuchillos. ¿Quién sabe lo que es cierto y lo que no? La única verdad indiscutible es que se prevé una fuerte lluvia en el horizonte.

Vigilo a mis alumnos mientras vagan por los alrededores escogiendo planos, rodando. Cuento hasta diez en silencio para asegurarme de que mantienen los planos el tiempo suficiente como para que la edición del mismo resulte más sencilla, compruebo sus lentes de enfoque. Tomo dos fotos con mi cámara digital, una de la sobrecargada y burbujeante olla de arroz y otra de un niño golpeando su plato metálico de la cena con una cuchara de madera, y se las enseño a mis alumnos. Es como una simple frase visual: la comida, la anticipación. Estoy enseñando a componer oraciones a base de planos, también enseño cómo encontrar un principio y un final rodando con la cámara desde un punto hasta el otro, contando una historia dentro de la historia. Ruedo tres tomas más: un montón de basura, un niño pequeño convirtiendo quebradizos jirones en una cometa, un pedazo de una bolsa de basura negra extendida entre dos palos, otra cometa que nos sobrevuela. Una frase visual: la miseria aumenta la esperanza. Filmo dos tomas más: basura y a un bebé llorando. La miseria de la miseria. ¿Qué es lo que quieres decir?

La larga línea de personas que esperan por el arroz estalla en una improvisada sesión musical: los niños golpean cacerolas y ollas de estaño con cucharas y sinuosamente empiezan a deslizarse al compás con una amplia sonrisa. Por eso me encanta Haití. Tan seguro como que el sol sale todos los días, la alegría seguirá levantándose entre la suciedad.

Esta noche llueve. Una lluvia fuerte, implacable. La lluvia rompe contra las lonas, chorrea sobre los ríos, lo anega todo.

Por la mañana mis alumnos tienen un aspecto sombrío. Se echan sobre las sillas, lánguidos, pensativos, apáticos. El día es soleado, pero la miseria de anoche se refleja en los innumerables charcos fangosos. Las risas se han esfumado de la habitación.

La tormenta de ayer por la noche anunciaba lo que todos sabían: la temporada de lluvias está a punto de llegar, y luego los huracanes, lo cuál traerá una nueva dimensión a este infierno. El agua se emponzoñará, los mosquitos se reproducirán, el moho florecerá. Los montones de basura se endurecerán. Todas las cosas que crecen en el agua estancada y la basura horneada: hongos, gusanos, disentería, malaria.

Lamour se presenta en la tienda escolar con material de archivo de los torrentes de anoche. Hablamos de hacer una PSA, una “Película de Anuncio de Servicio Público”, acerca de cómo sobrevivir a la temporada de lluvias en los campamentos. Revisamos las imágenes. Son miserables. Los espíritus terminan por hundirse. Algunos de mis estudiantes viven en Pinchinat, todo el mundo tiene amigos en la zona. Su gente está en la miseria.

Les pregunto a los alumnos si creen que sería una buena idea traer películas a las tiendas de campaña para animar a la gente, especialmente a los niños.

Zoul, nuestro experto en sonido y DJ en el club local, hurga un poco y mete un DVD en el ordenador. Vídeos de batacazos recogidos de youtube: un bulldog montado sobre una tabla de patinar que se estrella, un collie que se tambalea y golpea otra vez con su correa a un bebé. Porrazos mudos e hilarantes. Nos reímos. Risas escalonadas, enloquecidas, imparables. El tipo de risa que se convierte en su propio monstruo. Todos sabemos que deberíamos enseñar esto en los campamentos.

Silver, nuestra profesora técnica, se dispone a ver qué equipo sobrevivió al terremoto. Necesitamos una pantalla, un proyector, altavoces. El joven “Juice Master Junior” comprueba nuestro generador. Thibaud, Sergo y yo nos acercamos al campamento para conseguir el permiso con el que poder ofrecer una noche de cine con las películas que tenemos. Las películas que hemos estado haciendo durante todos estos días. Películas de y sobre los haitianos, en Creole.

Otro estudiante entra corriendo en la tienda sin aliento. Ha conseguido material que le ha pasado uno de los hombres encargados de las luces de los campamentos. Ha construido unas pequeñas cajas de alambre, atado una linterna en ellas y extendido un condón sobre los marcos. Son hermosas. Condón lumière. Tengo la sensación de que es como un símbolo.

Luces de condón. Manasse sugiere que podríamos titular “Cine Lumière” a estas noches de cine, porque ellos hicieron algunas de las primeras películas: una película de un tren encabritado que hizo que los espectadores se marchasen corriendo del cine, esqueletos danzantes. Luminosos encantamientos flotantes que podríamos traernos a los campamentos.

Unos días más tarde estacionamos en Pinchinat una furgoneta repleta de equipo: altavoces de tamaño demasiado grande y pantallas de tamaño insuficiente. Zoul elige con ahínco un poco de música dance que ejerce de Flautista de Hamelín. Nos lleva varias horas montarlo todo, pero poco después del anochecer el goteo de niños del principio se convierte en una masa de anticipación, la noche se alumbra con la película. Al principio se produce un silencio desconcertado, y luego las risas cosquillean el aire, rebotan, se unen gritos de alegría, risitas cada más grandes.

Cuando entre el implacable lodo se alza la alegría, es una alegría que no tiene igual.

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Aquí puedes ver el vídeo “Tent in the Water”.  

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