lunes, 15 de agosto de 2011

THE HOSPITALS: SOFISTICADOS PRIMITIVOS


The Hospitals: Sofisticados Primitivos

(Artículo en The Wire número 303 -2009-, por Nick Richardson)
Traducido por Frog2000

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La historia de The Hospitals es tortuosa. Empieza en Portland (Oregon) en 2002, como dúo compuesto por Adam Stonehouse a la batería y voz, y Rod Meyer, ahora en los garage rockers Eat Skull del sello Sitlbreeze, a la guitarra. En aquella época, comenta Stonehouse, eran “una especie de banda de bar”, con unos pocos fans y una fina línea que les separaba de ser unos borrachos. En 2003 editaron su primer álbum, llamado como el grupo, en el sello de garage punk In The Red. Desde entonces han tenido tantos cambios de personal, disoluciones y triquiñuelas que se hace difícil seguirles la pista. Dispusieron de una nueva alineación para el disco “I´Ve Visited The Island of Jocks And Jazz” (Load, 2005), y de otra diferente para “Rich People” (Yakisakana, también en 2005), un disco del que Stonehouse rechaza resueltamente hablar. En la actualidad la formación son Stonehouse, Chris Gunn, miembro de la unidad trash punk de Portland "The Hunches" a la guitarra, y un nuevo bajista, Rick Tu-Lan. The Hospitals son un grupo inestable, si es que realmente son un grupo.

La única constante del mismo es Stonehouse, que ahora se encuentra viviendo en San Francisco. Poco a poco, The Hospitals se han convertido en los portadores de la visión personal que él tiene de la música. El disco del año pasado, “Hairdryer Peace”, que salió de la nada y se coló en el tercer puesto de los premios de 2008 de The Wire, estuvo concebido, escrito, grabado y editado por Stonehouse. Para llevarlo a cabo, reclutó a una élite olímpica de “punks dañados” que incluía a Chris Gunn, Rod Meyer y Rob Enbom (también en Eat Skull).

Stonehouse habla más profundamente sobre estos dos últimos con algunas anécdotas: Meyer permaneció en el local de ensayo durante horas con tres amplificadores y dos cajas de cerveza (“no exagero”) para poder grabar la canción “Dream Damage”, un vals grotesco y tambaleante de guitarra solitaria; Enbom se cargó las pilas fumando una pipa gigante, “sentado como un indio” en el suelo y compuso y grabó de forma espontánea el riff de “Hairdryer Peace” de una sola toma. Pero es Gunn, creo, quien se ha convertido en la mano derecha de Stonehouse. Se ha trasladado a San Francisco con la intención de estabilizar al grupo, y The Hospitals han estado girando y trabajando en un nuevo disco.

A pesar del legendario colegueo que rodeó la grabación, difícilmente se puede ver “Hairdryer Peace” como un disco festivo y despreocupado. Más bien parece retratar perfectamente el momento en el que la fiesta ya no resulta agradable y uno se empieza a amargar (por la terrible excitación producida por el bajón por drogas o por el estallido de una pelea). La voz de Stonehouse es ansiosa y paranoica. “I feel dizzy, i feel stoked”, se lamenta en “BPPV”, capturando la medio enferma, medio eufórica ambivalencia que sobreviene a la toma de éxtasis. “I can´t control the patterns on the tiled floor”, adelanta en “Getting Out Of Bed”. Mientras tanto, las notas se agolpan nauseabundamente a su alrededor, y las canciones se aceleran o deceleran, rompiéndose ocasionalmente en macarras deformaciones de rock de estadio americano, con el espíritu de una fiesta coreada en una fraternidad universitaria (el riff aprendido de AC/DC del tema “Hairdryer Peace” aparentemente fue un intento por parte de Enbom de “llevar esta mierda hasta los dormitorios universitarios”.)

Stonehouse insinúa que las canciones son producto de la “mierda fracasada al estilo de Mariah Carey” que estuvo soportando durante una época, años de diversión y giras, que al final le afectaron enormemente. Pero la intención del disco no es contar una historia triste. Se parece más a la expresión de angustia vital de su generación. “En América se intenta controlar a la gente que ha tenido mala suerte”, comenta Stonehouse, y la música de The Hospitals refleja ese sentimiento. Insiste en que Hospitals son un grupo punk, pero “Hairdryer Peace” no es el sonido de una revolución racionalizada y formal, no es el punk de Ramones o Black Flag, sino parte del vórtice Electric Eels/Royal Trux/Half Japanese. El sonido de unos punks nerviosos frustrados por el sistema, devastados por las drogas y repletos de psicosis.

Para The Hospitals el “punk” es algo real: codificado por ellos mismos en una ética apasionada del hazlo-tú-mismo, “personas no profesionales haciendo música por el placer de hacerla”, siendo también una especie de primitivismo libre de basura. “Creo que si hay algo de cierto en The Hospitals, es que somos un grupo con un estilo primitivo, siempre lo hemos sido”, insiste Stonehouse. “Aún somos tíos que no tocan muy bien y que hacen canciones sin complicaciones de ningún tipo, canciones que van sobre lo que tenemos enfrente nuestro.” Sin embargo, a pesar de todo lo dicho, “Hairdryer Peace” está lleno de buenas ideas y es increíblemente complejo. Coge, por ejemplo, “Animals Act Natural”, en el que un ritmo de conga maníaco entra a la fuerza dentro de un coro silbado al estilo del de “El Puente Sobre el Río Kwai”, o los fantasmales lamentos y la aterradora música hecha pedazos de “Rules For Being Alive”, o el muro de sonido y blips de Game Boy de “Sour Hawai”.

Todo esto se debe a la mezcla visionaria y meticulosa de Stonehouse. Cuando empezó con la post-producción, la hizo “de forma anal, controlándolo todo de forma jodidamente obsesiva”, tal y como comenta Chris Gunn. Desde el principio, Stonehouse tenía una idea muy clara de cómo debía sonar el disco, y aunque gran parte del crudo material fue compuesto y grabado rápidamente, se pasó los meses posteriores en su sótano, estudiando las cintas, cortando y empalmando, añadiendo capas que a menudo habían sido grabadas en meses distintos. Por extraño que parezca, a veces la mezcla de Stonehouse recuerda a los experimentos dub en el estudio de King Tubby o Keith Hudson, con esos efectos de procesado a tiempo real y esas manipulaciones de cintas, con fantasmales palimpsestos de instrumentos antiguos y pistas de voz que convierten la mezcla en algo inquietante.

Al final del proceso, las canciones “casi eran irreconocibles”, dice Gunn. “Sabes cuál es –o era- tu guitarra, pero es difícil decir dónde se encuentra.”

A pesar de que se burlen de la idea de que se los asocie con un “polvoriento enfoque intelectual”, tal y como apunta Gunn, The Hospitals son capaces de combinar la inmediatez del punk con la detallada atención al sonido de las modas musicales más enrarecidas, capturando momentos de crudo y emborrachado expresionismo, revisando las tendencias a la fría luz del día, y reelaborándolas en composiciones sofisticadas y complejas. Son el sonido del más profundamente primitivo, reestructurado e intrincado punk.

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